25/8/14

Teoría de la literatura

He leído pocos comienzos de novela que me atrajeran tanto como el que aquí transcribo. Es el capítulo primero de Los sinsabores del verdadero policía de Roberto Bolaño, poco apto para remilgados. 

Para Padilla, recordaba Amalfitano, existía literatura heterosexual, homosexual y bisexual. Las novelas, generalmente, eran heterosexuales. La poesía, en cambio, era absolutamente homosexual. Dentro del inmenso océano de ésta distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las mayores corrientes, sin embargo eran la de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas (en nuestra lengua, claro está; en el mundo ancho y ajeno el paradigma seguía siendo Verlaine el Generoso). Una loca, según Padilla, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa. Cernuda, el querido Cernuda, era un ninfo y en ocasiones de gran amargura un poeta maricón, mientras que Guillén, Aleixandre y Alberti podían ser considerados mariquita, bujarrón y marica respectivamente. Los poetas tipo Blas de Otero eran, por regla general, bujarrones, mientras que los poetas tipo Gil de Biedma eran, salvo el propio Gil de Biedma, mitad ninfos y mitad maricas. La poesía española de los últimos años, exceptuando, si bien con reticencias, al ya nombrado Gil de Biedma y probablemente a Carlos Edmundo de Ory, carecía de poetas maricones hasta la llegada del Gran Maricón Sufriente, el poeta preferido de Padilla, Leopoldo María Panero. Panero, no obstante, había que reconocerlo, tenía unos ramalazos de loca bipolar que lo hacían poco estable, clasificable, fiable. De los compañeros de Panero un caso curioso era Gimferrer, que tenía vocación de marica, imaginación de maricón y gusto de ninfo. El panorama poético, después de todo, era básicamente la lucha (subterránea), el resultado de la pugna entre poetas maricones y poetas maricas por hacerse con la Palabra. Los mariquitas, según Padilla, eran poetas maricones en su sangre que por debilidad o comodidad convivían y acataban -aunque no siempre- los parámetros estéticos y vitales de los maricas. En España, en Francia y en Italia los poetas maricas han sido legión, decía, al contrario de lo que podría pensar un lector no excesivamente atento. Lo que sucede es que un poeta maricón como Leopardi, por ejemplo, reconstruye de alguna manera a los maricas como Ungaretti, Montale y Quasimode, el trío de la muerte. De igual modo Pasolini repinta a la mariquería italiana actual, véase el caso del pobre Sanguinetti (con Pavese no me meto, era una loca triste, ejemplar único de su especie). Para no hablar de Francia, gran lengua de fagocitadores, en donde cien poetas maricones, desde Villon hasta Sophie Podolski, cobijaron, cobijan y cobijarán con la sangre de sus tetas a diez mil poetas maricas con su corte de filenos, ninfos, bujarrones y mariposas, grandes directores de revistas literarias, grandes traductores, pequeños funcionarios y grandísimos diplomáticos del Reino de las Letras (véase, si no, el lamentable y siniestro discurrir de los poetas de Tel Quel). Y no digamos nada de la mariconería de la Revolución Rusa, en donde, si hemos de ser sinceros, sólo hubo un poeta maricón. ¿Quién?, te preguntarás. ¿Maiakosvski? No. ¿Yesenin? Tampoco. ¿Pasternak, Block, Mandelstam, Ajmátova? Menos. Sólo uno, y ahora te saco de la duda, pero eso sí, maricón de las estepas y de las nieves, maricón de la cabeza a los pies: Jlébnikov. Y, en Hispanoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El resto, maricas tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque éste tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de Greiff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rohka (con ramalazos de loca que hubieran vuelto loco a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso lector de Góngora, y junto con Lezama todos los maricas y mariquitas de la Revolución Cubana salvo Rogelio Nogueras, que era una ninfa con espíritu de maricón, para no mencionar sino de pasada a los poetas de la Revolución Sandinista: mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de filenos tipo Ernesto Cardenal. Maricas son también los contemporáneos de México (¡no, gritó Amalfitano, Gilberto Owen no!), de hecho "Muerte sin fin" es, junto con la poesía de Paz, la Marsellesa de los nerviosísimos poetas mexicanos. Más nombres: Gelman, ninfo, Benedetti, marica, Nicanor Parra, mariquita con algo de maricón, Westphalen, loca, Pellicer, mariposa, Enrique Lihn, mariquita, Girondo, mariposa. Y volvamos a España, volvamos al origen: Góngora y Quevedo, maricas; San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, maricones. Ya está todo dicho. Y ahora para saciar tu curiosidad, algunas diferencias entre maricas y maricones. Los primeros piden hasta en sueños una verga de treinta centímetros que los abra y los fecunde, pero a la hora de la verdad les cuesta Dios y ayuda encamarse con sus chulos. Los maricones, en cambio, pareciera que vivan permanentemente con una polla removiéndoles las entrañas y cuando se miran en un espejo (acto que odian y aman con toda su alma) descubren, en sus ojos hundidos, la identidad del Chulo de la Muerte. El chulo, para maricones y maricas, es la palabra que atraviesa ilesa los dominios de la nada. Por lo demás, y con buena voluntad, nada impide que maricones y maricas sean buenos amigos, se plagien con finura, se critiquen o se alaben, se publiquen o se oculten mutuamente en el furibundo y moribundo país de las letras.

-Te faltó la categoría de de los simios parlantes -dijo Amalfitano cuando por fin Padilla se calló.

-Ah, los simios parlantes -dijo Padilla-, los monos maricones de Madagascar que no hablan para no trabajar.

12/1/14

Verbo (I): TENDER


Me gusta tenderte porque es un placer sentirte tiernamente entre mis manos. Es aquí cuando tengo el poder de hacerte caer en cualquier momento y recuperarte
si quiero, si me interesa
con una caña de pescar que guardo para estos casos, cuyo anzuelo punzante te dejará una marca que puede que no la quite
ni una madre.

Sólo hay un pero: tendría que pedir permiso al vecino de abajo si te quedaras colgado de su hilo. O, cabe la posibilidad en tal caso, que él, desconocedor absoluto de mis crueles propósitos, llame a la puerta y con una sonrisa amable
te devuelva a casa.

Entonces, con un poco de suerte, estando yo más tranquila ya, podrías ir directo a la cesta de la ropa sucia, 
pongotodo, se llama? 

1/1/13

Confianza


ÉL: ¿Cómo era aquello del baile?

ELLA: Mira, ¿ves esta manzana?
La coges...,
la muerdes...,
y con un hábil giro de mano,
la tiras.
La coges, la muerdes, la tiras...
La coges, la muerdes, la tiras...

ÉL: ¿Sirve tu corazón?

ELLA: ¡Claro hombre, tómalo!

6/12/12

Ahora yo también soy una persona despreciable


Estoy impactada ante la lectura de “Maldito sea el hombre que confía en el hombre”: un projet d’alphabetisation, de Angélica Liddell. Os muestro la intervención del primer personaje. Imposible dejar aquí la lectura. Un texto tan devorador como la humanidad que presenta.

A comme argent

He aprendido a respetar solamente el dinero

Las personas no me parecen respetables
estas cosas se aprenden llorando.

Si en tres años acumulas decepciones suficientes
para levantar una montaña inmensa de mierda
empiezas a desconfiar por fuerza de la idea de humanidad
te separas por fuerza de la idea de humanidad
te decepciona por fuerza la idea de humanidad.

A veces basta una sola humillación
una sola ofensa
un solo cruce con la persona equivocada
para cambiar para siempre tu idea de humanidad.

Prefiero intercambiar un par de frases cortas
con los vendedores chinos
son amables a cambio del precio de los productos
es la única amabilidad en la que confío
la amabilidad entre el vendedor y el comprador.

Entrar en un comercio chino y preguntar:
¿queda pan?
¿cuánto es?
Sesenta céntimos
Coger mi barra de pan y largarme
sin concederle tiempo al conocimiento
sin darle una oportunidad a la decepción mutua ni a la humillación mutua. […]

Y tú dirás, “pero hay que respetar al ser humano” “existen las excepciones” “ejemplos de grandeza humana, joder, ejemplos de grandeza humana”

Y yo te digo,
a ti, Mister Happy-Hippy,
te digo,
o es que eres imbécil
o es que no has llorado todavía lo suficiente.
Si dices esa estupidez es que no has llorado todavía lo suficiente.
Aunque tú pienses que has llorado mucho
no has llorado todavía lo suficiente
no has acumulado decepciones suficientes
para levantar una montaña inmensa de mierda.
No te han jodido la vida lo suficiente.
Métete tus buenas intenciones por el culo.
Métete tu falso amor al prójimo por el culo.
Métete tu buen rollito de pequeño-intelectual-burgués-europeo-responsable dedicado a la cultura por el mismísimo culo.
Si hubieras llorado lo suficiente comprenderías que la persona que te vende el pan cada mañana sólo puede ser una persona despreciable.
Incluso recién nacidos estamos sucios
cuando hayas llorado lo suficiente vuelve por aquí.

Uno se convierte en una persona despreciable a fuerza de conocer gente despreciable

ahora yo también soy una persona despreciable

la más despreciable

Y espero respetar el dinero lo suficiente para alejarme definitivamente de todos, o para que todos se alejen de mí.

Si para quedarme sola tuviera que insultar a mi propio hijo lo insultaría.

Hasta aquí hemos llegado.

Y te aseguro que es necesario haber amado mucho, haber confiado mucho, y haber llorado mucho para llegar hasta aquí.

3/9/12

(B)ersos (V)

Sí, son variaciones sobre la mesma tema, ya desde hace algunos años y hace pocos meses. Incluso hoy mismo, en asturiano, gracias a Berta Piñán y a su delicado poemario Temporada de Pesca. Y sí, seguramente mañana, también mañana estará aquí, esa muyer qu’igual quixera ser yo mientres agora, escribiendo, la miro y envidio’l so pasu, cómo suena apartándose nuna dirección contraria, apartándose.

La impostora
(variaciones sobre la mesma tema)

Pudiera ser Isolda apurando la copa
del llocu amor nes brunes lloses
d’Aquitania, con munchu mar
de fondu y grandes decoraos, sieglos
después, sobreviviendo a la lleenda.
Pudiera ser domadora de fieres, guerrera
percorriendo, inútiles, fríes, les siendes
del olvidu o Lucrecia Borgia, amansando
caballos mientres fuera siente’l ruxir
de la batalla. Puediera acompañar a Safo
camín de casa, cuando vuelve
midiendo n’hexámetros la vida
y ser Ofelia ente les flores, amante
de mil reis, soberana o mendiga,
ramera, la muyer barbuda naquel
vieyu anunciu de la infancia.
Pudiera ser tabernera nun chigre
de La Haya, regando en vino escuro’l
sangre i dolor d’unos borrachos,
campesina a les orielles del Yang Tse,
inmóvil al tiempo y al espaciu,
George Sand y les muyeres qu’ella
tarreció o yo mesma, esa otra qu’escueye
siempre la dirección opuesta,
aquella que pudi ser, la que nunca voi ser,
ésta qu’escribe unos versos confusos
nel corredor de casa una tarde cualquiera
y siente’l ríu, los coches y mira
pa esa muyer que pasa y cruza un instante
el so tiempo nel míu,
esa muyer qu’igual quixera ser yo
mientres agora, escribiendo, la miro
y envidio’l so pasu, cómo suena
apartándose nuna dirección contraria,
apartándose.

2/9/12

Todo el tiempo del mundo

Pocos veranos recuerdo de tanta lectura como este y de tanta ansia por hacerlo después de un curso agotador. Desde los cuentos de Alice Munro (Odi, amistat, festeig, amor, matrimoni) a los de Doctorow (Tot el temps del món), caminando por Un vasto y desierto paisaje de Kjell Askildsen. De la poesía de Szymborska a la de Berta Piñán y cerca de mí, Tarde o temprano me espera Jose Emilio Pacheco. En teatro, Les Cunyades de Michel Tremblay. Alguna novela. Novelas entrañables, poéticas, de búsqueda vital, como Els peixos no tanquen els ulls, que me recuerdan a otras lecturas, de otros veranos, como a L’illa de Giani Stuparich; narraciones redondas como la pequeña Tu i jo; la novela que encantó a mi madre, que también pasó su tiempo entre costuras; novelas malas, como Lobas de mar de Zoé Valdés o grandiosas como 2666 de Roberto Bolaño al que descubrí también unas vacaciones como estas, con todo el tiempo del mundo y unos detectives salvajes.

Ahora mismo ando observando las diferencias y semejanzas entre el mundo de ayer de Zweig y el mío. Mientras tanto, mañana empieza todo, de nuevo.

[Como ya sabéis algunos, voy apuntando las lecturas, el cine, el teatro y los conciertos en el lateral del blog. Por si os puede servir de guía, o de desguía]

13/5/12

Everybody knows

Anoche me seducía en la atmósfera de Exótica de Atom Egoyan; mientras Mia Kirshner, en la pantalla, seducía a su público del club que da nombre a la película. Vestida de colegiala bailaba Everybody knows de Leonard Cohen, muy apropiada para los acontecimientos que sucedían en ese momento fuera de la pantalla, en las plazas de “nuestras” ciudades.

La danza del erotismo en la película curaba heridas de vida incurables y hacía latente el deseo; pero más que nunca todos saben que el barco se está hundiendo, todos saben que el capitán mintió […] todos saben que esto está podrido.

 

7/2/12

(B)ersos (IV)

Mujer acostada (con ventana al fondo), Egon Schiele
         Mujeres
La mujer imposible,
la mujer de dos metros de estatura,
la señora de mármol de Carrara
que no fuma ni bebe,
la mujer que no quiere desnudarse
por temor a quedar embarazada,
la vestal intocable
que no quiere ser madre de familia,
la mujer que respira por la boca,
la mujer que camina

virgen hacia la cámara nupcial
pero que reacciona como hombre,
la que se desnudó por simpatía
(porque le encanta la música clásica),
la pelirroja que se fue de bruces,
la que sólo se entrega por amor,
la doncella que mira con un ojo,
la que sólo se deja poseer
en el diván, al borde del abismo,
la que odia los órganos sexuales,
la que sólo se une con su perro,
la mujer que se hace la dormida
(el marido la alumbra con un fósforo),
la mujer que se entrega porque sí,
porque la soledad, porque el olvido...
La que llegó doncella a la vejez,
la profesora miope,
la secretaria de gafas oscuras,
la señora pálida de lentes
(ella no quiere nada con el falo),
todas estas walkirias,
todas estas matronas respetables
con sus labios mayores y menores
terminarán sacándome de quicio.
Nicanor Parra                                                              
[El subrayado es mío. Piensa, ¿cuál sería el tuyo?]                                              

31/12/11

Mis ocho inventarios del Inventario 2011

Massa felicitat, Alice Munro.
En abierta oscuridad. La palabra que calla lo que dice, Juan Gelman.
Primavera, estiu, etc, Marta Rojals.
Los detectives salvajes, Roberto Bolaño.
Mañana no será lo que Dios quiera. Luis García Montero.
Maletes perdudes, Jordi Puntí.
Sukkan Island, David Vann.
La penombra de la coloma, Andreu Sevilla.
Este año, estoy que no estoy, no llego ni a diez inventarios, demasiada realidad quizás. Pero sí que comienzo con el libro de H., Libertad, de Jonathan Frazen; y acabo con una viñeta, la de El Roto rompe, me gusta.


BON ANY, MOLT PERÒ QUE MOLT BON ANY!! UNA ABRAÇADA I CUIDEU-VOS

18/8/11

Que no bailen

Gracias a Álvaro Roldán, que me recuerda este apropiado pasaje de Federico García Lorca en Poeta en Nueva York, cuando se cumplen 75 años de su asesinato y en un día donde los medios no dejan de enseñar imágenes tan surrealistas como las del poeta.
¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni constructores, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. […] Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo

1/8/11

Literatura salvaje

Joaquín Font, Clínica de Salud Mental El Reposo, camino del Desierto de los Leones, en las afueras de México DF, enero de 1977. Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. (...) Tomemos, por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier clase de literatura, con ojo crítico sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie. Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicida después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un engendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o, si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. (...) Otrosí: los lectores desesperados son como las minas de oro de California, ¡Más temprano que tarde se acaban! ¿Por qué? ¡Resulta evidente! No se puede vivir desesperado toda una vida (…) El lector desesperado (más aún el lector de poesía desesperado, ése es insoportable, créanme) acaba por desentenderse de los libros, acaba ineluctablemente convirtiéndose en desesperado a secas. ¡O se cura! Y entonces, como parte de su proceso de regeneración, vuelve lentamente, como entre algodones, como bajo una lluvia de píldoras tranquilizantes fundidas, vuelve, digo, a una literatura escrita para lectores serenos, reposados, con la mente bien centrada. A eso se le llama (y si nadie le llama así, yo le llamo así) el paso de la adolescencia a la edad adulta. Y con eso no quiero decir que cuando uno se ha convertido en un lector tranquilo ya no lea libros escritos para desesperados. ¡Claro que los lee! Sobre todo si son buenos o pasables o un amigo se los ha recomendado. Pero en el fondo ¡lo aburren! En el fondo esa literatura amargada, llena de armas blancas y de Mesías ahorcados, no consigue penetrarlo hasta el corazón como sí lo consigue una página serena, una página meditada, una página ¡técnicamente perfecta! (…) ¡Buscar, perderse en tierras desconocidas! ¡Pero con cordada, con migas de pan o guijarros blancos! Sin embargo yo estaba loco (…) y no me hicieron caso.

Roberto Bolaño, Los detectives salvajes

3/7/11

(B)ersos (III)

Abrazo de los amantes, Egon Schiele
AMOR
Mi alma era un vestido azul celeste
que dejé en un acantilado, en alta mar,
y me acerqué a ti, desnuda, como una mujer.
Y como mujer me senté a tu mesa,
bebí un vaso de vino y aspiré aroma de rosas.
Tú encontraste en mí tus sueños de belleza.
Todo lo olvidé, mi niñez y mi patria,
únicamente sabía que tus caricias me apresaban.
Y tú, sonriente, cogiste un espejo y me dijiste: Mírate.
En mis hombros vi polvo, y en polvo se deshacían,
mi belleza sólo esto deseaba: desaparecer.
¡Abrázame tan fuerte que nada necesite!